Sobre los temas de mis cuentos
Segundo párrafo o parrafada: El miércoles pasado, allá en el Centro Cultural Chacao, Gisela Kozak me hizo una excelente pregunta que no contesté como debía, y es porque en el momento no encontré la respuesta correcta. Me interrogó sobre tres nombres, tres escritores, significativos para mí, según entiendo, como intento de escritora. Y yo dije lo obvio, García Márquez, Garmendia & Garmendia. Pero Gisela requería de mí otra cosa, que comprendí después. De dónde venía el tema.
Ya era tarde cuando me di cuenta de que mis temas no provienen de libros leídos, al menos no de novelas y cuentos, sino de los años que llevo (aunque la expresión suene presuntuosa en alguien de veintiún años) leyendo sobre la violencia contra la mujer y sobre la discriminación. Cuando era pequeña, quería irme a los países musulmanes a luchar por las mujeres maltratadas por el régimen talibán (sí, siempre he estado loca). Con el tiempo, me di cuenta de que la discriminación y la violencia se presentan también en formas más sutiles, y que quizás su gravedad radique en que, precisamente por esa sutileza, nos damos el permiso de ignorarlas.
En mi cuento hablaba de una mujer que sufrió la violencia intrafamiliar desde la infancia, y que a raíz de esto lleva consigo una gran carga sicológica: los gritos, inclusive los ruidos demasiado fuertes, le desencadenan especie de ataques de pánico. No entraré a discutir la calidad literaria o la verdad o veracidad de mi cuento, pues no vale la pena. Pero sí me di cuenta, después de un rato pensando, que de allí, de esa extensa meditación a través de los años sobre este tema, de lecturas y lecturas de artículos, reportajes, libros sobre feminismo, estadísticas, provienen mis temas. La mujer relegada al espacio doméstico, la mujer sometida a los estereotipos de belleza, la mujer cosificada por los medios de comunicación, la mujer minimizada, minorizada, discriminada por el hombre, por la sociedad, por la ley, e incluso por ella misma.
De ahí viene la cosa, Gisela. Y ni yo lo sabía. Así que gracias, por haberme hecho notarlo.
Ya era tarde cuando me di cuenta de que mis temas no provienen de libros leídos, al menos no de novelas y cuentos, sino de los años que llevo (aunque la expresión suene presuntuosa en alguien de veintiún años) leyendo sobre la violencia contra la mujer y sobre la discriminación. Cuando era pequeña, quería irme a los países musulmanes a luchar por las mujeres maltratadas por el régimen talibán (sí, siempre he estado loca). Con el tiempo, me di cuenta de que la discriminación y la violencia se presentan también en formas más sutiles, y que quizás su gravedad radique en que, precisamente por esa sutileza, nos damos el permiso de ignorarlas.
En mi cuento hablaba de una mujer que sufrió la violencia intrafamiliar desde la infancia, y que a raíz de esto lleva consigo una gran carga sicológica: los gritos, inclusive los ruidos demasiado fuertes, le desencadenan especie de ataques de pánico. No entraré a discutir la calidad literaria o la verdad o veracidad de mi cuento, pues no vale la pena. Pero sí me di cuenta, después de un rato pensando, que de allí, de esa extensa meditación a través de los años sobre este tema, de lecturas y lecturas de artículos, reportajes, libros sobre feminismo, estadísticas, provienen mis temas. La mujer relegada al espacio doméstico, la mujer sometida a los estereotipos de belleza, la mujer cosificada por los medios de comunicación, la mujer minimizada, minorizada, discriminada por el hombre, por la sociedad, por la ley, e incluso por ella misma.
De ahí viene la cosa, Gisela. Y ni yo lo sabía. Así que gracias, por haberme hecho notarlo.
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¡Un beso!