Acá no llueve
"¿De qué se nutre la nostalgia?
Uno evoca dulzuras
cielos atormentados
tormentas celestiales
escándalos sin ruido
paciencias estiradas
árboles en el viento
oprobios prescindibles
bellezas del mercado
cánticos y alborotos
lloviznas como pena
escopetas de sueño
perdones bien ganados
pero con esos mínimos
no se arma la nostalgia
son meros simulacros
la válida la única
nostalgia es de tu piel"
Uno evoca dulzuras
cielos atormentados
tormentas celestiales
escándalos sin ruido
paciencias estiradas
árboles en el viento
oprobios prescindibles
bellezas del mercado
cánticos y alborotos
lloviznas como pena
escopetas de sueño
perdones bien ganados
pero con esos mínimos
no se arma la nostalgia
son meros simulacros
la válida la única
nostalgia es de tu piel"
(Mario Benedetti)
Acá no llueve. Qué puedo decirte, quisiera que lloviera, porque el clima no concuerda con mi estado de ánimo. No sé si ponerme al sol y tratar de que se me llene el alma de amarillo incandescente, o cerrar todas las ventanas y fabricarme un invernadero de nostalgia para extrañarte a gusto. Con el océano de por medio, acá no llueve, y sé que allá tampoco, y de seguro te hace falta también una tormenta, o una llovizna pausada, para hacerle espacio al lugar común y extrañarme como Dios manda. Pero qué diablos, no llueve, y entretanto yo tengo que barrer y lavar la ropa, y salir, hacer mercado, y todas esas cosas que no haría si lloviera, y tú de seguro tienes que salir también, dar vueltas por La Habana, comprar alguna talla de madera o un paquete de maní dulce, regresar al hotel, en vez de lo que harías si lloviera (y si lloviera como llueve en Cuba, rotunda y gravemente): meterte en la cama y pensar morosamente en mí.
Entretanto, el observatorio anuncia una tormenta gigantesca en Valencia, de ésas que vienen con deslaves y derrumbes, y eso significa, por supuesto, que el cielo está azulísimo y despejado como nunca.
No llueve. Y yo te extraño.
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