Cosas en las que no creo
Hace más de una semana que no escribo en este blog, por la sencilla razón de que estaba encuartelada en mi casa, en Guárico. ¿La causa? Que mi santa madre, al igual que todas las madres del país, tenía miedo de lo que pudiera pasar en este campo minado que es Venezuela. Así que, por primera vez en varios años, pasé mi cumpleaños (que fue el lunes) en casa, con mi familia, con torta de chocolate y demás.
Regreso y reviso mi Google Reader. Me encuentro con setenta y cinco posts en los blogs que visito, y me doy cuenta de la gran proporción de blogs venezolanos, a través de un medidor muy claro: el "asunto Rctv". Y ¿saben qué? hace como un mes me estoy negando, conscientemente, a postear sobre el tema. Por un motivo tan simple como pesado: Mi familia es recalcitrantemente chavista, y mis amigos son acérrimos opositores. Para los primeros, soy "una escuálida". Para los segundos, una "comunista". No sé, a ciencia cierta, qué sea peor.
Soy, siempre lo he sido, de pensamiento socialista democrático, aunque la verdad es que profeso un cierto desprecio sordo por los partidos y por la política en general, que es un oficio que siempre me ha olido a podrido. Y sé que por este post voy a recibir, dentro y/o fuera de la red, insultos y calificativos de toda índole. Pero como quiera que necesito hacer catarsis, acá va:
1) No voy a salir a rasgarme las vestiduras por el cierre (o término de concesión, como prefieran) de Rctv. No siento que, con ello, mi libertad de expresión esté siendo cercenada. Quizás esté siendo estúpida, quizás me dé cuenta demasiado tarde de mi error. Pero ese, para mí, es otro derecho inalienable: mi derecho a errar. Tampoco voy a defender la medida, y el subsiguiente cierre (o término de concesión, yo que sé). Como les dije a mis padres, no sólo me parece que no se siguieron los cauces legales adecuados (lo cual, en las circunstancias actuales, sería lo de menos: aquí los cauces legales están abolidos hace añales) sino que, además, me parece una decisión política tomada con estupidez y sin medir las consecuencias (y de nuevo, me refiero a las consecuencias políticas, no a los pajaritos preñados).
2) No voy a decir que Rctv no me ha dado nada. Me ha dado, a decir verdad, unos nueve millones que me gané en Quién Quiere Ser Millonario el año pasado (y que ya gasté, no me pidan prestado). También me ha dado escasas (escasísimas) horas de programación de calidad. A los únicos que conozco en esa "gran familia" es a Eladio Lares y, de pasadita, a las productoras del programa. No tengo nada personal en contra de ninguno de ellos, que son amabilísimos. No voy a decir, sin embargo, que Rctv y su programación formen parte de mi cultura y mi idiosincrasia como venezolana. Ni loca. Ni siquiera defenderé a Radio Rochela, porque les digo honestamente que jamás me dio risa, y no soy como la gente que en los funerales recuerda virtudes que el fallecido jamás tuvo. Hay otras cosas que pertenecen muchísimo más profundamente a mi idiosincrasia, como el baile de tambor, y sin embargo bastante gente he oído denigrándolo sólo porque lo transmiten por Tves.
3) No voy a decir que la programación de Tves es una maravilla, y que refleja magníficamente lo que somos, como pueblo latinoamericano, soberano y etcétera. No, qué va. En fidelidad a lo que soy y a las cosas en las que creo, he intentado ver el mencionado (más bien, mentado) canal, unas tres veces. No he podido. Los programas de entretenimiento no me entretienen, los de cultura no me instruyen y el programa cómico no me da risa (qué coincidencia: ¡igual que Radio Rochela!). Pero, ciertamente, no voy a decir que el canal es un bodrio y que jamás, jamás, primero muerta que bañada en sangre, lo veré. Espero, ciertamente, que mejore, y pienso que tiene gente como para mejorar (tiene a Perucho Conde, tiene a Carolina Gómez Ávila, y me dijeron por ahí que hasta a Eduardo Franco tiene). Me niego a odiar un canal de televisión, no sólo porque no me parece motivo suficiente el que haya reemplazado a Rctv, sino porque, por principio, me niego a odiar.
4) Nunca, nunca, jamás, en toda mi vida, diré que aquí lo que hace falta es un muerto. No diré que hay que matar a Chávez, tampoco diré que hay que matar a Marcel Granier, a Cisneros, ni siquiera, y con todo, a Bush. No creo en la muerte como una solución. No creo que nadie tenga el derecho ni la prerrogativa de decidir quitarle la vida a otra persona. (Estoy en contra del aborto, también, creo que persigo que me insulten). No creo en que sea algo bueno la muerte de Bush del mismo modo que no creo que lo sea la de un estudiante de la UCAB o de la UCV o de la UBV, ni la de un recogelatas o un huelepega, ni en la de un asesino en serie o un violador. Hay casos (ése último en particular) en los que dudo de mis principios, como todo el mundo, porque soy humana. Pero hay algo dentro que me dice no, y por eso no entiendo cuando oigo a cualquiera diciendo alguna de las cosas que menciono en este párrafo y que ciertamente no quiero repetir.
5) No creo en categorías de personas. El sentimiento más cercano al odio que me creo capaz de sentir, hasta ahora, es un retortijón en la boca del estómago que siento cuando oigo a alguien utilizar expresiones como "marginales", el tristemente célebre "lumpen", el poco agraciado "oposicionistas" de Vtv, y sobre todo, muy especialmente, "los negros de los barrios", como dijo una querida amiga mía hace poco. No creo en, y me molesta muchísimo, la división de las personas que he encontrado tanto en boca de tantos; "la gente bonita" y "la gente fea", ni cuando se usa literalmente ni cuando, y éste es su uso más común, nos habla de poder adquisitivo. No me van a obligar a repetir ese sueño de que aquí no hay, nunca ha habido, racismo, por el simple motivo de que uno le diga negra linda a la novia y eso sea de cariño. A veces hay que abrir los ojos, y darse cuenta de que en Venezuela hay todavía lugares donde no dejan entrar a "los negros" y de que queda bastante gente que cuando ve una persona ligeramente morena arruga la boca en esa conocida expresión que dice "fo". No me vengan con excusas. Yo los he visto.
6) No creo en el culto a la Coca Cola y a McDonald's. No me pueden obligar a rendirle pleitesía y hacerle reverencias a la globalización y al capitalismo. Tampoco creo en ir a rayar con grafittis todos los restaurantes de comida rápida con un "coman arepas". (Hace dos años que no como en McDonald's por una decisión personal, y no creo que vuelva a hacerlo jamás). Creo que la globalización, en sentido general, puede hacerle un daño gigantesco a las naciones pequeñas y pobres. También creo que la globalización, en sentido específico, es muchas más cosas de las que entendemos por ella: que el hecho de que yo haya terminado mi novela de Milan Kundera y esté empezando una de Cortázar es, en cierto sentido, globalización. Ya sabemos que hay que tener cuidado con las palabras, y sobre todo, con las generalizaciones (como ésta).
7) No creo en la intervención: creo en la autodeterminación de los pueblos, tal como lo establecen tantas declaraciones de derechos y tantas resoluciones de la ONU. Fui a La Habana el año pasado (sí, La Habana, Cuba, la de Fidel y el castrocomunismo, la del mar de la felicidad) y entre tantas cosas que me sorprendieron, creo que la más relevante fue el amor del pueblo cubano hacia su país, su determinación de que cualquier régimen político, cualquier solución, cualquier salida (y/o entrada, claro) debía provenir de ellos mismos: que sólo los cubanos podían decidir qué hacer con Cuba, que no es ésa una función o un derecho que tengan Bush o Chávez o cualquier otro entrometido. A veces quisiera escuchar a un venezolano diciendo algo semejante.
8) Por último, y sólo porque tengo que terminar este post tan largo, no creo en la fatídica teoría de que haya que irse del país. Me estoy graduando, y creo que la mitad de mi promoción, por lo menos, está planeando irse, con su título de abogado, a fregar platos en España o a lavar baños en Inglaterra. Algo así como huir de “lo que está por venir”. Yo no sé si está o no por venir algo, pues no soy síquica. Pero sí sé dos cosas: la primera, que no estudié cinco años en la universidad para ponerme a fregar platos. La segunda, que si pasa ese “algo” que todos están esperando, no me voy a ir corriendo –huyendo es la palabra apropiada-, dejando aquí –en ese “algo” indefinido que desconozco, pero del que aparentemente hay que huir- a mi madre, a mi padre, a mis dos hermanas, sus esposos, a mi única sobrina y a mi multitud de tíos y primos. Algo no me cuadra en ese plan.
Ahora que ya me desahogué, sólo me queda decir una cosa. No creo en endiosar humanos. Pero si tengo que deificar a alguien, Albert Einstein o Mahatma Gandhi –grandes pacifistas- me parecen opciones más apropiadas. El primero, por decir lo menos, cometió un único gran error y se pasó el resto de su vida tratando de enmendarlo. El segundo logró ganar las inmensas batallas que se propuso sin cometer un solo acto de violencia. Creo que eso es algo digno de imitar.
Comentarios
Me llama la atención este comentario sobre el pueblo cubano: "su determinación de que cualquier régimen político, cualquier solución, cualquier salida (y/o entrada, claro) debía provenir de ellos mismos: que sólo los cubanos podían decidir qué hacer con Cuba"
En buena parte, los cubanos tienen 50 años que nada pueden decidir.
¿No has notado cómo florece la literatura erótica y de ciencia ficción en cuba? La literatura de los espacios donde el gobierno se puede meter: tus fantasías eróticas y tus devaneos acerca del futuro.
No envidio tu posición entre tu familia chavista y tus amigos opositores.
Salud y feliz cumpleaños de nuevo
j.
Un saludo,
g
Jesús: Respecto al comentario que citas, no emitía juicios de valor sobre su capacidad de tomar o no decisiones, sólo citaba, a mi vez, las opiniones recogidas de los cubanos con quienes hablé. No puedo, ni siquiera, saber si son opiniones reales o no. Sólo puedo decir que me parece una frase que me gustaría oír en boca de algún venezolano.
Gabriel: Gracias por tu comentario. Admiro tu actitud y tu capacidad de respetar las opiniones ajenas. Estaré pendiente de ver cuánto resistes.
(PS: te mandé un mail sobre lo del concurso del Nacional)
No tienes idea del gusto que da leer (justo ahora) palabras como las tuyas, cuando nos balanceamos en un clima político tan incierto. Eres como una pequeña llama en la oscuridad. Espero que brilles siempre tan diáfanamente.
Acaso hay contradicción en lo que expresas?
Como te digo no parece nada denigrante, para nadie tomar un balde de agua, detergente y lavar el piso, o limpiar una ventana. Todo lo contrario dignifica, sea ingéniero, abogado, médico, o la sra de servicio quien haga la limpieza. Si tus compañeros se van, deseáles lo mejor, no creo que sea huir, simplemente es elegir, y tampoco creo que todos vayan a fregar pisos, puede ser que vayan a buscar una mejor forma de vida dentro de su criterio de "buena vida". A nadie perjudican,suerte a tí y suerte a ellos, de repente triunfen en Europa u otro páis!
Te cito, y aprovecho la cita para preguntar quien te obliga? quien te constriñe a rendir pleitesía a Mc Donalds, tienes la libertad de no comer allí, pero otros tienen la libertad de comer allí y mira que son muchos, Venezuela el país antimperialista por excelencia es el primer conusmidor de Mcdonalds en América Latina, Paradójico no?
Con tranquilidad no creo que nadie vaya a intentar obligarte a eso. Tienes libre albedrío para decidir que comes, que vistes, que profesas y que no.
Tu estás jovencita todavía, pero esperemos que nunca te quiten algo que quieras mucho, como por ejemplo prohiban el internet, y el uso de computadoras, prohiban el acceso a ciertos libros por ser considerados golpistas, todo puede entrar en esa categoría por la paranoia reinante.Allí comprenderás el sentimeiento de los que hoy protestan. Hoy son ellos mañana podrías ser tú. Por eso todos debemos respetarnos y defender los derechos humanos porque esos no tienen distinción política.
Creo que te recuerdo en el programa Quien quieres ser millonario, muy linda, y que bueno que pudo ayudarte a comprar cosas para tu trabajo y estudio.
Un abrazo y siga adelante,sólo cuídese de dos cosas: la negaciòn y la indolencia.