Pequeñas estúpidas crisis
Según parece, el Ministerio donde trabajo se quedó sin plata. La crisis, la recesión que no nos iba a afectar, y otros motivos diversos entre los cuales podríamos mencionar la mala gestión. El caso es que no tienen plata, es decir, sí tienen para otras cosas, pero no para pagarnos los aguinaldos, el bono por firma de la convención colectiva, y otras minucias como los aguinaldos de los pensionados del IVSS. Tonterías así. Como ya he dicho antes, siempre me ha resultado un ejercicio interesante imaginarme que un día voy ante una Inspectoría del Trabajo a poner un reclamo porque el Ministerio del Trabajo no me ha pagado lo que me debe.
- ¿Señora, usted se fumó algo antes de venir para acá?
El caso es que, cuando uno entra en esta etapa crítica de la vida que se llama adultez (que a uno se la venden como la octava maravilla de la vida y resulta ser esta porquería con exceso de marketing) el dinero empieza a importar demasiado, mucho más que, por ejemplo, el hecho de que llueva y las ranas se hayan puesto a croar en el patio, o que toda la ciudad esté adornada con lucecitas y en el Sambil haya un árbol de navidad diez veces más grande que yo. El dinero importa; el dinero es el alquiler que se debe del anexo donde vives, la cuota del carro que no te han entregado y que no te entregarán si dejas de pagarla, los regalos de Navidad para tus sobrinos (o para tus hijos, si los tienes, y en ese caso, la protección de la inocencia de ellos, puesto que tú eres el Niño Jesús y Santa Claus y ellos no podrán entender que al Niño Jesús no le pagaron los aguinaldos este año), el dinero es la deuda que tienes con la tipa que te vende Avon y también los estrenos que no podrás usar el treinta y uno; más aún, es el mercado, el desayuno y el almuerzo y la cena de mañana y de pasado mañana, la pastilla de atamel si te duele la cabeza. El dinero, entonces, es muchas cosas banales y muchas necesidades creadas por el capitalismo, pero también es tranquilidad y seguridad y estabilidad y otras cosas que uno necesita tener cuando es adulto.
"No te dejes engañar por unos zapatos bonitos o por el sexo, o por no tener a tus padres diciéndote lo que debes hacer, ser adulto es una responsabilidad. La responsabilidad es un verdadero asco, verdaderamente es un asco. Los adultos siempre tienen mucho que hacer, ganarse la vida y pagar el alquiler, y si estás en prácticas para ser un cirujano tienes que coger un corazón con tus propias manos. Eh! Estamos hablando de responsabilidades, esto hace que las bicis y las galletas sean muy apetecibles. Lo que más miedo me da de la responsabilidad es cuando lo estropeas todo y dejas que resbale de tus manos." (Grey's Anatomy).
Cuando se es adulto, el mundo (ese pequeño y frágil globo donde vives tú y a veces, también, otras personas) depende de ti y tienes que cargarlo sobre los hombros. No importa si te duele la espalda, la cabeza o los brazos, no puedes dejarlo caer ni un solo instante porque es un pequeño y frágil globo que se rompe a la menor provocación, y adentro de ese globo, como te dije, a veces no vives sólo tú.
Cuando se es adulto no hay descanso, porque la responsabilidad es un asco y es tuya, y cuando, además de ser adulto, se está solo, encima de todo no tienes con quién compartir esa responsabilidad, en quién descansar tus miedos cuando hasta el Estado que te paga el quince y último te dice que no sabe si va a tener dinero para pagarte la próxima quincena.
Ser adulto, ciertamente, es un asco, a pesar del sexo y los zapatos bonitos.
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