Hay cosas que se ven mejor sin anteojos
Los árboles de navidad, por ejemplo.
Cuando estaba pequeña (como si ahora estuviera tan grande) me sentaba en la sala de mi casa, en la oscuridad, a ver las luces. Ponían luces en el nacimiento, en el arbolito y en un arco que separaba el área del "recibo" del resto de la casa. Y me quitaba los anteojos. (Siempre he tenido entre 4 y 5 dioptrías en ambos ojos, de modo que no veo precisamente claro sin los lentes). El caso es que, sin anteojos, las luces de navidad se ven como destellos de colores sin bordes definidos, que tienen forma de copo de nieve (como en los dibujitos). Borrosas, claro. Brillantes. Como en las películas.
La verdad, no sé a dónde quiero llegar con esto. No sé si se trate de que la realidad no siempre es lo mejor. O si esté queriendo decir que la realidad no siempre es, vamos, la realidad. La mía, por ejemplo, si vamos a ver, es que los rostros de las personas que amo se hacen difusos a más de dos pasos de distancia. Pero, por cursi que sea, si me quito los lentes y mis ojos no pueden distinguirlos, mi corazón los sigue reconociendo. En este momento, necesito lentes nuevos, y mi "realidad cotidiana" tiene una pequeña mancha en la esquina superior derecha que no se puede quitar.
No sé si voy a alguna parte. Si no fuera tan trillado, les diría que lo esencial es invisible para los ojos. Pero creo que no se trata tampoco de eso. Se trata, quizás, de la capacidad de mis ojos (también los del alma) para crear una realidad falsa, mucho mejor, más mágica, que la verdadera.
Se trata, quizás, de que aún me sorprende que de vez en cuando conserve la extraordinaria capacidad de ser feliz que tenía cuando pequeña.
Se trata, creo, de eso. De ser niña. Porque aún no estoy segura de que exista otra forma de ser feliz.
Cuando estaba pequeña (como si ahora estuviera tan grande) me sentaba en la sala de mi casa, en la oscuridad, a ver las luces. Ponían luces en el nacimiento, en el arbolito y en un arco que separaba el área del "recibo" del resto de la casa. Y me quitaba los anteojos. (Siempre he tenido entre 4 y 5 dioptrías en ambos ojos, de modo que no veo precisamente claro sin los lentes). El caso es que, sin anteojos, las luces de navidad se ven como destellos de colores sin bordes definidos, que tienen forma de copo de nieve (como en los dibujitos). Borrosas, claro. Brillantes. Como en las películas.
La verdad, no sé a dónde quiero llegar con esto. No sé si se trate de que la realidad no siempre es lo mejor. O si esté queriendo decir que la realidad no siempre es, vamos, la realidad. La mía, por ejemplo, si vamos a ver, es que los rostros de las personas que amo se hacen difusos a más de dos pasos de distancia. Pero, por cursi que sea, si me quito los lentes y mis ojos no pueden distinguirlos, mi corazón los sigue reconociendo. En este momento, necesito lentes nuevos, y mi "realidad cotidiana" tiene una pequeña mancha en la esquina superior derecha que no se puede quitar.
No sé si voy a alguna parte. Si no fuera tan trillado, les diría que lo esencial es invisible para los ojos. Pero creo que no se trata tampoco de eso. Se trata, quizás, de la capacidad de mis ojos (también los del alma) para crear una realidad falsa, mucho mejor, más mágica, que la verdadera.
Se trata, quizás, de que aún me sorprende que de vez en cuando conserve la extraordinaria capacidad de ser feliz que tenía cuando pequeña.
Se trata, creo, de eso. De ser niña. Porque aún no estoy segura de que exista otra forma de ser feliz.
Comentarios
Me encantaría poder ver esas luces de navidad, aunque ahora que lo pienso, las acabo de ver.
Saludos!
Saludos!