Cosas en las que creo hoy, a las seis y cuarto de la tarde
Creo que la vida es la eterna persecución de algo que no existe.
Creo que el amor es una falacia que fue inventada porque existen mujeres como yo, que requieren ser engañadas con tal idea a fin de podérselas llevar a la cama.
Creo que no se puede contar ni confiar en nadie. Quisiera decir, que sólo se puede contar con uno mismo, pero la premisa es falsa. Hoy mi cuerpo se ha rebelado contra mí, justamente cuando más lo necesito, y las células de mi organismo parecen hallarse en guerra civil con fines secesionistas.
Miento. Creo que puedo contar con mi familia. No creo que se pueda contar con las familias en general, de hecho creo que el amor filial podría ser también otra falacia. Pero creo en la mía en particular. En mis mujeres: mi madre y mis dos hermanas. En el hecho de que mientras ellas estén, habrá alguien que me seque las lágrimas y me ayude a recoger los pedazos de mi alma. Porque somos tan pendejas que todavía creemos que la gente es buena. Porque seguimos llevándonos coñazo tras coñazo en la vida, porque no lo es.
La gente es mala. Eso lo creo.
Creo que no existen los hombres fieles. No me da la gana de excusarlos genéticamente como si tuvieran derecho a ser unas porquerías humanas. Pero no he conocido a ningún hombre fiel ni conozco a nadie que haya visto jamás uno, y empiezo a pensar si no serán como los unicornios.
No me vengan con que a Dios tampoco lo he visto, miren que en Él no creo demasiado, y lo poco que creo es porque no me queda más remedio. A veces pienso que Él me tiene algo de arrechera. Será mi amparo y mi fortaleza y todo lo demás, y será, probablemente, lo único que me ayuda a dormir por las noches, pero algo no anda bien entre Él y yo. Claro, las estadísticas apuestan a que lo que no anda bien, sea yo.
Creo que la felicidad es una mierda que sólo se ve bien en las tarjetas de felicitación, y la mayoría de las veces ni eso.
Creo que ni destrozando toda la casa lograré escaparme de tanto dolor.
No creo que nunca vuelva a ser la misma.
Y quisiera creer que en algún momento dejaré de creer todo esto (y en aras de ello lo digo así, lo creo hoy, a las seis y cuarto de la tarde), porque si hay algo peor que ser una cínica, es ser una cínica de veintidós años que no ha vivido nada como para atreverse a hablar del dolor.
Creo que el amor es una falacia que fue inventada porque existen mujeres como yo, que requieren ser engañadas con tal idea a fin de podérselas llevar a la cama.
Creo que no se puede contar ni confiar en nadie. Quisiera decir, que sólo se puede contar con uno mismo, pero la premisa es falsa. Hoy mi cuerpo se ha rebelado contra mí, justamente cuando más lo necesito, y las células de mi organismo parecen hallarse en guerra civil con fines secesionistas.
Miento. Creo que puedo contar con mi familia. No creo que se pueda contar con las familias en general, de hecho creo que el amor filial podría ser también otra falacia. Pero creo en la mía en particular. En mis mujeres: mi madre y mis dos hermanas. En el hecho de que mientras ellas estén, habrá alguien que me seque las lágrimas y me ayude a recoger los pedazos de mi alma. Porque somos tan pendejas que todavía creemos que la gente es buena. Porque seguimos llevándonos coñazo tras coñazo en la vida, porque no lo es.
La gente es mala. Eso lo creo.
Creo que no existen los hombres fieles. No me da la gana de excusarlos genéticamente como si tuvieran derecho a ser unas porquerías humanas. Pero no he conocido a ningún hombre fiel ni conozco a nadie que haya visto jamás uno, y empiezo a pensar si no serán como los unicornios.
No me vengan con que a Dios tampoco lo he visto, miren que en Él no creo demasiado, y lo poco que creo es porque no me queda más remedio. A veces pienso que Él me tiene algo de arrechera. Será mi amparo y mi fortaleza y todo lo demás, y será, probablemente, lo único que me ayuda a dormir por las noches, pero algo no anda bien entre Él y yo. Claro, las estadísticas apuestan a que lo que no anda bien, sea yo.
Creo que la felicidad es una mierda que sólo se ve bien en las tarjetas de felicitación, y la mayoría de las veces ni eso.
Creo que ni destrozando toda la casa lograré escaparme de tanto dolor.
No creo que nunca vuelva a ser la misma.
Y quisiera creer que en algún momento dejaré de creer todo esto (y en aras de ello lo digo así, lo creo hoy, a las seis y cuarto de la tarde), porque si hay algo peor que ser una cínica, es ser una cínica de veintidós años que no ha vivido nada como para atreverse a hablar del dolor.
Comentarios
Un abrazo
todos llegamos a ese callejon necesario de desamparo, y es bueno verlo escrito, uno se siente menos solo, supongo. un beso!
Uno aprende, de todo ... de lo malo y de lo bueno, afortunadamente tambien, por lo menos para mí eso le da sentido a tener que pasar, como mi madre dice, por las verdes y las maduras. Uno, según la temporada cree en mas o menos cosas,pero CREE.