Funcionario público

Tengo un dolor de espalda clavado a la altura del omóplato derecho desde hace semana y media. Ya lo sé, a nadie le interesa. Pero si no quieres leer cotidianidades estúpidas, ¿qué haces leyendo este blog?
Detente. Lo que viene después es más cotidiano aún.
Bueno, ayer me gradué. Fue, como todas las celebraciones en mi familia, tragicómico. Todo el mundo acabó gritando, y no es exactamente lo que uno espera de un día así. Pero aquí estoy, y estoy graduada. Supongo que eso es lo que importa.
Contaría algo de la oficina, de mi trabajo nuevo, donde llevo dos semanas, pero no se me ocurre una cosa más aburrida de la cual hablar, y lo aburrido también tiene un límite. Sólo diré que a veces, no queda más remedio que darnos cuenta de lo infinitamente pequeños y absurdos que somos los seres humanos. Y si hay una raza absurda, ésa es la del funcionario público. Y vamos, eso es lo que soy ahora.

Balada del mal genio
(Mario Benedetti)

Hay días en que siento una desgana
de mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse

y me hallo solidariamente cretino
apto para que en mí vacilen los rencores
y nada me parezca un aceptable augurio.
Días en que abro el diario con el corazón en la boca
como si aguardara de veras que mi nombre
fuera a aparecer en los avisos fúnebres
seguido de la nómina de parientes y amigos
y de todo indócil personal a mis órdenes.
Hay días que ni siquiera son oscuros
días en que pierdo el rastro de mi pena

y resuelvo las palabras cruzadas
con una rabia hecha para otra ocasión
digamos, por ejemplo, para noches de insomnio.
Días en que uno sabe que hace mucho era bueno
bah tal vez no hace tanto que salía la luna
limpia como después de jabón perfumado
y aquello si era auténtica melancolía
y no este malsano, dulce aburrimiento.
Bueno, esta balada sólo es para avisarte
que en esos pocos días no me tomes en cuenta.

Comentarios

Entradas populares