Choses

Acabo de terminar de leer Kafka en la Orilla.
Murakami siempre me deja como que sin saber qué decir, pero en este momento soy sólo un gran signo de interrogación.

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Al salir del supermercado unos tipos vienen corriendo hacia mí. Yo, como pendeja que soy, me asusto y aprieto el alma. La cartera no, porque no tiene nada adentro. Después me doy cuenta de que no tienen cara de ir a robar, sino de ir a caerle a coñazos a alguien que se tiró a las esposas de todos ellos.
Espero que tampoco sea eso.

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Una señora en la calle dirige a una cuadrilla de cuatro niños que van por la mitad del asfalto jugando con sus respectivos gameboy sin alzar la mirada.
La señora debe tener seis pares de ojos, yo no sé.

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La tipa del Círculo de Lectores me cayó de sorpresa con el libro de Murakami y me dejó sin plata.

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Mi jefa me pregunta qué voy a almorzar.
Le digo, wendy's, porque apenas es 22, me quedé sin plata y sólo tengo cestatickets.
Ella me dice, eso no es comida, y le da plata a alguien para que me compre almuerzo.
Moraleja; Si quieres vencer al enemigo, jódelo en serio durante largos meses y luego ten un gesto inesperado de nobleza. Quedará desconcertado durante dos días al menos.

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Leer a Murakami me da ganas de comer fideos de arroz. O sushi.
Igual me pasa con Wong Kar Wai.

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Un cuento mío está próximo a salir publicado "en francés de Francia" (como diría el corrector gramatical de Word) y otro -no tan próximo- en esloveno. No había querido decir nada por el clásico temor de que a uno se le caigan las cosas en el camino (don't jinx it, creo que dicen los gringos) pero, es que, je suis très contente...

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Estoy trabajando en un libro de cuentos -aunque no trabajo a la velocidad que debería-. Murakami me atrasó dos días de escritura.
Ahora no sé si lo entendí.
A lo mejor es que tenía hambre.

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También me hizo pensar en el poco Derecho Romano que aprendí en la Universidad.
El derecho era como la sombra, decía Joaquín Alvarado (padre), uno lo lleva a donde quiera que vaya.
El destino también, habría que haberle dicho a Kafka, no se gana nada huyendo.

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Que el Dios de los libros me perdone, pero los demás libros que leí de Murakami me desarmaron y me volvieron a armar, y éste, en cambio, me hizo pensar en Paulo Coelho.
Hereje.

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Me voy a trabajar. Al libro le falta poco, casi nada, y yo, no sé qué flojera tan grande tengo en la vida.
O será sólo déficit de atención.

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