Más perdida que el hijo de Lindbergh
Entre las grandes cantidades de conocimiento ocioso que se puede llegar a albergar, se encuentra el significado de esa frase. En algún momento de mi infancia, no recuerdo cuál, averigüé lo que significaba esa expresión, la cual, claro no entendía, y lo que sí recuerdo es que al averiguarlo me sentí ofendida de que se dijera con tanta ligereza una referencia a un hecho tan trágico. (Charles Augustus Lindbergh, para aquellos que no han sido tan faltos de oficio como yo para averiguar semejante inutilidad, fue un aviador cuyo hijo de 19 meses fue secuestrado y asesinado en 1932. El tipo fue nazi, pero igual. También ganó un premio Pulitzer, fue el primer piloto en cruzar el océano Atlántico en un vuelo sin escalas en solitario, y su personaje fue interpretado en el cine por James Stewart, pero todo este último lote de conocimiento ocioso lo acabo de averiguar en una amplia fuente de información inútil que no existía cuando yo tenía seis años: Wikipedia. Oh, Wikipedia que todo lo sabes).
En fin. Lo que tenía pensado comentar, después de esta larga divagación que no les ha dejado nada productivo, es que hoy pasé el día más perdida que el hijo de Lindbergh. Uno de esos días en que uno no sabe dónde lleva la cabeza. Uno de esos días en que uno se queda mirando un documento que tiene entre las manos, y se da cuenta, de pronto, de que se le ha olvidado de qué trataba y qué era lo que tenía que hacer con él. Uno de esos días en que te das cuenta de que te están llamando apenas cuando es la tercera vez que pronuncian tu nombre, y ya la entonación de tu interlocutor comienza a elevar su registro.
P.S.: Conseguí que me asignaran una pasante. Ahora falta que la pobre muchacha aprenda a lidiar con mi cotidiano despiste, a ver si entre tanto gamelote, le puedo transmitir algo, también, de conocimiento útil.
En fin. Lo que tenía pensado comentar, después de esta larga divagación que no les ha dejado nada productivo, es que hoy pasé el día más perdida que el hijo de Lindbergh. Uno de esos días en que uno no sabe dónde lleva la cabeza. Uno de esos días en que uno se queda mirando un documento que tiene entre las manos, y se da cuenta, de pronto, de que se le ha olvidado de qué trataba y qué era lo que tenía que hacer con él. Uno de esos días en que te das cuenta de que te están llamando apenas cuando es la tercera vez que pronuncian tu nombre, y ya la entonación de tu interlocutor comienza a elevar su registro.
P.S.: Conseguí que me asignaran una pasante. Ahora falta que la pobre muchacha aprenda a lidiar con mi cotidiano despiste, a ver si entre tanto gamelote, le puedo transmitir algo, también, de conocimiento útil.
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