Crónicas de una nerd en el país de las misses: La abstemia
Voy a empezar confesando de una vez que soy un bicho raro. Mafalda, la de Quino, se preguntaba si era un bicho raro por no tener televisor. Pues bueno, yo tampoco tengo televisor desde hace casi un año, pero de eso no se trata este post. O no sólo de eso.
Desde que cumplí la mayoría de edad (no hace tanto de eso), terminé de acostumbrarme a ser un bicho raro. Ya lo era desde antes -la que leía en el recreo, la que no iba a las fiestas o se iba temprano, la que los sábados tomaba clases de actuación-, pero nada, y quiero decir nada, ha marcado esa diferencia como el alcohol.
Yo no bebo. Antes de que pregunten, no, ni una gota, no, ningún tipo de alcohol, no, en ninguna ocasión. Tengo muchas razones para ello, siendo la principal, que no me gusta. Y no, eso no me hace estar muerta por dentro. Curiosamente, estar consciente de mis actos y de lo que ocurre a mi alrededor, es una sensación que me agrada.
Tengo la extraña idea de que, si la vida es tan corta como dicen, no sé, perder más tiempo no enterándome de lo que ocurre, pueda no ser una ocurrencia tan genial. No sé, cosas mías.
Lo que me llama la atención es que, si bien yo no ando por ahí juzgando a la gente que se pone inconsciente de alcohol (conducta que, por demás, me resulta incomprensible), sí ando siendo juzgada cada vez que paso de algún plan porque, necesaria e indisolublemente, incluye alcohol. Me han dicho desde aburrida, hasta que algún día maduraré. Ah, sí, idiotizarse alterando los sentidos con sustancias se considera madurar ahora.
Hablando completamente en serio, tuve una jefa en el Mintra -una mujer muy ocurrente, eso sí- que, durante una fiesta de intercambio de regalos, de ésas por Navidad, mientras yo me vacilaba el karaoke con dos compañeras de trabajo, me dijo:
- Hija, menos mal que usted no toma, si así es sobria...
Y francamente, creo que la mujer dio en el clavo. De modo que ésa suele ser mi respuesta: lo que ocurre es que no necesito adulterantes artificiales, yo vengo adulterada de fábrica. ¿La gente borracha canta sola, se ríe como estúpida, se pone a llorar de la nada, se queda dormida en cualquier parte? Bueno, ésa soy yo. ¿Se desinhiben, se alegran, se deprimen de manera cíclica? Pues tienen que conocerme.
Un día normal, quiero decir.
Mi parte favorita del asunto, siempre, sigue siendo la cara de completa incredulidad que pone la gente cuando les digo que soy abstemia: Es una expresión de no poder imaginarse la vida sin alcohol, de no comprender cómo, cómo, alguien puede vivir así, que es un poema total.
Honestamente, yo estoy completamente segura de no estarme perdiendo de nada. Pero la cara, la cara que me ponen, me está empezando a convencer de que pasar por la vida sin alcohol, me convierte en alguna clase de kamikaze que se mete a quirófano a ser operado a corazón abierto sin anestesia.
Oh, por Dios, qué valiente soy.
Desde que cumplí la mayoría de edad (no hace tanto de eso), terminé de acostumbrarme a ser un bicho raro. Ya lo era desde antes -la que leía en el recreo, la que no iba a las fiestas o se iba temprano, la que los sábados tomaba clases de actuación-, pero nada, y quiero decir nada, ha marcado esa diferencia como el alcohol.
Yo no bebo. Antes de que pregunten, no, ni una gota, no, ningún tipo de alcohol, no, en ninguna ocasión. Tengo muchas razones para ello, siendo la principal, que no me gusta. Y no, eso no me hace estar muerta por dentro. Curiosamente, estar consciente de mis actos y de lo que ocurre a mi alrededor, es una sensación que me agrada.
Tengo la extraña idea de que, si la vida es tan corta como dicen, no sé, perder más tiempo no enterándome de lo que ocurre, pueda no ser una ocurrencia tan genial. No sé, cosas mías.
Lo que me llama la atención es que, si bien yo no ando por ahí juzgando a la gente que se pone inconsciente de alcohol (conducta que, por demás, me resulta incomprensible), sí ando siendo juzgada cada vez que paso de algún plan porque, necesaria e indisolublemente, incluye alcohol. Me han dicho desde aburrida, hasta que algún día maduraré. Ah, sí, idiotizarse alterando los sentidos con sustancias se considera madurar ahora.
Hablando completamente en serio, tuve una jefa en el Mintra -una mujer muy ocurrente, eso sí- que, durante una fiesta de intercambio de regalos, de ésas por Navidad, mientras yo me vacilaba el karaoke con dos compañeras de trabajo, me dijo:
- Hija, menos mal que usted no toma, si así es sobria...
Y francamente, creo que la mujer dio en el clavo. De modo que ésa suele ser mi respuesta: lo que ocurre es que no necesito adulterantes artificiales, yo vengo adulterada de fábrica. ¿La gente borracha canta sola, se ríe como estúpida, se pone a llorar de la nada, se queda dormida en cualquier parte? Bueno, ésa soy yo. ¿Se desinhiben, se alegran, se deprimen de manera cíclica? Pues tienen que conocerme.
Un día normal, quiero decir.
Mi parte favorita del asunto, siempre, sigue siendo la cara de completa incredulidad que pone la gente cuando les digo que soy abstemia: Es una expresión de no poder imaginarse la vida sin alcohol, de no comprender cómo, cómo, alguien puede vivir así, que es un poema total.
Honestamente, yo estoy completamente segura de no estarme perdiendo de nada. Pero la cara, la cara que me ponen, me está empezando a convencer de que pasar por la vida sin alcohol, me convierte en alguna clase de kamikaze que se mete a quirófano a ser operado a corazón abierto sin anestesia.
Oh, por Dios, qué valiente soy.
Comentarios
"De modo que ésa suele ser mi respuesta: lo que ocurre es que no necesito adulterantes artificiales, yo vengo adulterada de fábrica. ¿La gente borracha canta sola, se ríe como estúpida, se pone a llorar de la nada, se queda dormida en cualquier parte? Bueno, ésa soy yo. ¿Se desinhiben, se alegran, se deprimen de manera cíclica? Pues tienen que conocerme".
This is very true, it all lies in us, we just don't need something to help us have fun, it's just out joyful souls that are needed to enjoy life.
P.S. Yeah, I cheat, I used Google translate to translate the parts que no entiendo ;)
Yo recibo esas miradas de "rareza" cuando digo que no estoy en Facebook, que no me gusta la serie Friends, que no uso tacos, que no me maquillo, que no me gusta la bulla, ergo, que no me gusta ir a discotecas, que no me gusta el café (sé que a ti si). Podría seguir, pero este blog es tuyo y no mío, ja, ja.
¿Será por eso que nos llegamos a entender tan bien en los pocos días que alternamos en Santiago?
Saludos.
PD: Tarek: how sweet of your for taking the time and commenting here in Spanish.
And I was going to sleep. :-/
@Gaby, seguro que tenemos en común las cosas más importantes, como que preferimos el plan de charlar o ir a un museo, en vez de emborracharnos.
En realidad, preferimos ir a dormir, en vez de emborracharnos. Cualquier cosa es mejor :-/
Qué bien que podamos encontrar más gente como nosotros, para ser bichos raros, pero bien acompañados :-)
Te felicito por ser abstemia, me parece un logro en estos días que corren, un logro de tu personalidad.
chao!
A mí me encanta la cerveza y el vino. Creo que no podría vivir sin tomar dos por lo menos todos los días... Dos cervezas o dos copas de vino, aunque, por lo general, me paso de esa medida...
¡Salud!
Saludos.
http://micasaenunaestrella.blogspot.com/