Instrucciones para amaestrar a las masas

"Cuando yo haga este gesto, todos se levantan de sus asientos. Cuando mueva la mano así, todos aplauden al mismo tiempo. Cuando haga esto, todos dejan de aplaudir, también al unísono.
Si hago esto, todos se ponen de pie y giran poco a poco hacia su izquierda, mientras aplauden. Después, dan vuelta en la dirección contraria y dejan de aplaudir".
"Cuando yo diga, ¿juran ustedes, blablabla bla bla?, ustedes dicen: Sí, juro.
¿Entendieron?
Y dicen todos: -Sí, juro".




¿Entrenamiento militar? ¿Coreografía del Miss Venezuela? No, sólo el ensayo de mi acto de grado.


Éste es mi post número 100. Me acabo de dar cuenta, apenas, mientras escribía estas líneas. No pensé que fuera a ser un post tan deprimente. Porque, ¿qué derecho tengo a tomarme las cosas como me las tomo? ¿Por qué, en vez de estar alegre porque voy a graduarme, me siento como el borrego número cientoveinticinco en la fila?


¿Con qué derecho me siento triste?


¿Qué demonios juraba toda esa gente, esta mañana, en el anfiteatro de Bárbula? Juraban, según lo antedicho, que blablabla bla bla. Tampoco importa. La mayoría de ellos, en el verdadero acto, tampoco escucharán lo que están jurando. Las palabras ya no valen nada, sean habladas o escritas.


Si hay una cosa más vacía y carente de sentido que un acto solemne y protocolar, esa cosa tiene que ser, necesariamente, el ensayo de dicho acto solemne y protocolar. Aplaudir sin saber a qué se aplaude; darse vuelta para aplaudir, de nuevo, a unos padres que no están; ponerse de pie para escuchar un himno que nadie está tocando; quitarse con la mano derecha un birrete inexistente.


Ya lo sé. Por algún motivo, tengo el grave defecto de tomar las cosas de la peor manera. Eso me pasa como una ráfaga, cuando -en momentos como éste- siento que estoy siendo masticada y digerida por los cuatro estómagos de esta sociedad enferma. Y sé, también, no me lo digan, que no tengo derecho a mirar al mundo desde la escasa altura de mis veintidós años y criticarlo como si no formara parte de él. Y quizás sea formar parte de él lo que me deprime tanto.


Estoy leyendo Harry Potter 7. En inglés. Cada quien tiene sus problemas. Pero ahora, no puedo evitar sentir que, ya que me voy a poner a leer setecientas páginas en un idioma que no es el mío, podría haber leído a Hemingway en vez de a J.K. Rowling. Y pensar eso, en este momento y con este estado de ánimo, también tiene que ver con lo anterior.


Mejor dejo la cosa de este tamaño, y escribo más tarde, porque tengo semana y media sin conectarme, mucho que decir, y no tengo ganas de decirlo en este tono.

Comentarios

Anónimo dijo…
pero ya va..a quién carajo le importan los pendejos detalles de tu pendeja vida?

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