Cómo perder el sentido del ridículo y concursar para una preparaduría


Eran las diez treinta de la noche, y yo estaba, junto a mi novio y un amigo, en un local nocturno del CC. Via Veneto, en Valencia. Me había comprometido a ir a una fiesta en beneficio de una promoción de abogados, en la que no estoy, pero sí una amiga y compañera de clases. Apenas eran, como digo, las diez treinta de la noche, y ya me empezaba a arrepentir de mi promesa.
Detesto los locales nocturnos. Detesto el humo, el alcohol y la música a un volumen demasiado alto. Detesto, sobre todo, la música que no es música.
Una amiga se acerca para darme un mensaje que me envía otro compañero de clases: Mañana, a las nueve, es la reunión preliminar para la preparaduría de Familia (Derecho de Familia, entiéndase). Diablos. Yo estaba inscrita, pero no había decidido si participar o no. Es mi materia favorita, en la que quiero hacer el postgrado, y estoy esperando desde primer año que abran el concurso, pienso. Pero también pienso, ya he concursado en otras materias, y he perdido de modos catastróficos. Mi promedio, además, ha bajado.
Decido ir, de todos modos, a la reunión. Llego a casa a las dos de la mañana, sin haber comprendido por qué. Me levanto a las ocho, desayuno corriendo y agarro un taxi, porque es la única forma de llegar a tiempo. Contar lo demás es innecesario. Somos tres personas, del mismo salón de clases, compitiendo por un cargo. Una competencia pequeña, dicho sea de paso. Mis dos oponentes son excelentes. No quiero entrar en detalles sobre si son mejores que yo. El hecho es que el examen (sobre la materia de todo el año, dieciocho temas) es el lunes 26, de hoy en ocho días, y también la exposición, sobre un tema endemoniado, que por demás, me encanta. He estado estudiando desde el viernes en la tarde. No me he despegado del libro, de los libros, de las leyes, las fichas, los bolígrafos de colores, los mapas mentales. Voy por el tema siete.
Ya quiero renunciar.
Sé que no lo voy a hacer. O sea, es Familia. Puedo perder, puedo quizás llegar a un punto en que estoy completamente segura de que voy a perder, pero no renunciaré. También puedo llegar a un punto en que esté segura de ganar.
Y puedo equivocarme. En ambos casos.
De cualquier modo, aquí me tienen, entre divorcios y patrias potestades, luchando con toda mi necedad. Eso soy yo.

(Posdata: Éste es el motivo por el cual no ha salido aún Ficcionaria. No, no hemos desaparecido. Sólo yo. Pido disculpas a nuestros colaboradores, y paciencia.)

Comentarios

suerte y ánimo para el examen...

salud!

j.
no vi espacio para comentar en el de la narrativa urbana...

felicitaciones, trataremos de ir y estás acompañada por un gran tipo como mario morenza, realmente pecualiar pero buen escritor...

cariños

j.

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