El temblor vs. el fuego
En carnaval pasado me fui a mi pueblo, como ya saben, y en un sábado me leí un libro, comprado por impulso el día anterior: Temblor, de Rosa Montero. No sé si el impulso se debiera a que entré en Tecniciencia y, como saben todos los que me conocen, una vez que cometo la imprudencia de entrar en una librería, es muy difícil que salga sin comprar algo; o si, más bien, se deba a que hace tiempo esta escritora me causa curiosidad.
Antes de comenzar a decir lo que pienso del libro, debo advertir que sí, me pareció entretenido. De lo contrario, no habría seguido leyéndolo. Pero, como quiera, últimamente he perdido un poco el respeto a los libros que se dejan leer en pocas horas y sin apasionamiento. Montero nos plantea, en su novela, un mundo más que ficticio, y ésa no es la cuestión, como les explicaré luego. La cuestión es que no se lo creí. Para hacer el cuento breve, llegué a la opinión de que la escritora quiso abarcar mucho, demasiado, para un libro como éste. La novela trata de un mundo, presuntamente dentro de un cierto número de años o siglos, donde a las personas les está, básicamente, prohibido pensar. Una idea interesante, como han comprobado muchos otros autores, pero que, para mi gusto, no está bien lograda en esta novela.
Ocurre que días después, cometí la segunda imprudencia de entrar, de nuevo, en una librería, y me hechizó encontrarme un ejemplar de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (en la edición que se ve en la foto). Como quiera que jamás había logrado perdonarme el no haberlo leído aún, a mis veintiún años, nada logró convencerme de no llevármelo. Era un miércoles, alrededor de las seis de la tarde.
Lo comencé a leer en la puerta de la librería.
Lo seguí leyendo mientras caminaba por los pasillos del centro comercial.
Lo leí en la parada, en el autobús y mientras caminaba por la calle de camino a casa, a tramos accidentados. Me acosté a las once de la noche leyéndolo, y tuve que dormirme porque al día siguiente tenía clase.
Lo leí en clase, al día siguiente.
Debo confesar que no me acuerdo de nada de lo que dieron en la universidad ese día (excepto que uno de mis profesores hablaba de responsabilidad en caso de incendio, eso sí lo recuerdo, lógicamente). Para las diez y media de la mañana me había leído el libro, que -éste sí- me dejó bien clara la imagen de un mundo donde está prohibido pensar.
Jamás me atreveré, creo, a escribir sobre el tema.
No me propongo comparar a Montero con Bradbury. Ni soñarlo. Sólo pretendía contarles que, definitivamente, el fuego ganó la batalla.
Comentarios
De las cosas del cine que nombra la insolente que escribe arriba están:
V for vendetta, alphaville, brazil, 1984 (no me gustó y lo lamento porque la estrenaron en 1984), Matrix, Blade runner, etc.
Saludos, nuevamente.