El club de los intachables - Luis Fernández
Es común que vayamos por la vida con una prioridad: conseguir el respeto de los demás.Esto es algo que no sólo queremos, sino que parecemos necesitarlo como el aire que respiramos. Nos es imprescindible ser respetados en el trabajo, que nuestros vecinos hablen bien de nosotros, que nuestro entorno social nos tenga en alta estima. Luego, somos personas dignas, apegadas a la moral y a las buenas costumbres, de reputación intachable. Ahora, existimos.
Como usted también desea a toda costa ser miembro del club de los intachables, usted emprenderá una serie de acciones muy tradicionales. Se graduará de algo muy serio, tipo abogado o ingeniero si desea continuar la empresa de su padre. Si es una niña muy dada a convertirse en ama de casa ejemplar, estudiará, por ejemplo, educación preescolar o psicopedagogía. El ingeniero y la psicopedagoga se casarán “bien”.
Tendrán una boda muy linda que será reseñada en la prensa. Tendrán hijos hermosos e inteligentes y se mantendrán en forma con la ayuda del deporte y el quirófano. Con el tiempo sus hijos se graduarán de ingenieros y educadoras y se perpetuará así la especie.
Sin embargo, observados con lupa, la vida de este selecto club dista mucho de ser feliz. El respetable ingeniero, en plena crisis de edad mediana, se divorciará de la psicopedagoga y tendrá como se estila una amante que podría ser su hija. La exhibirá ante sus amigos “maduros” para demostrar que es aún un macho. La llevará de rumba hasta el amanecer y al llegar a casa no sólo se la cogerá como corresponde, la preñará aunque después no pueda cargar al niño por el lumbago.
El ingeniero no divulgará nunca que la amante, ahora madre de su nieto, perdón, hijo, se parece demasiado a su ex, aunque más joven, es decir, con más energía para joderle la vida. La nueva y joven esposa está feliz, pues al casarse con el viejo adinerado ha conseguido entrar al club después de mucho esfuerzo, porque está visto que vejucón pelabola no levanta carajita. Por su parte, en el otro vértice de este triángulo, la ex se sentará con las amigas del club, que se encuentran en la misma situación, a jugar compulsivamente en el bingo y a hablar pestes de la bichita destroza hogares, porque está claro que al hombre que la dejó por vieja y por gorda lo sigue amando con toda su alma, u odiando, que en este caso da igual.
Qué cosa tan linda. Esta es la clase de amor que se fomenta en el club de los intachables. Este triángulo es el que se estila, el que está apegado a la tradición y dentro del cual hay que vivir para ser respetados.
Aunque podría suceder un milagro. La ex podría encontrarse un buen día con un hombre, tal vez un tanto menor, que le hiciera el amor salvajemente y la obligara a tomar las riendas de su vida. Pero eso no es algo que una mujer intachable vaya a hacer. Figúrese, además de vieja y gorda, puta y chuleada, eso jamás. Usted, allí, en el triángulo, sufriendo amargamente, pero cómoda en su respetabilidad.
Podría el sujeto, antes de dejarla por vieja y gorda, ponerse en contacto con su lado femenino y preguntarse cuáles son las necesidades emocionales de esa mujer que no sólo es la madre de sus hijos, sino la que ha compartido la vida con él. Pero eso es una vaina de maricones.
Él, allí, en el triángulo, que es lo conocido, lo que el club fomenta.
Para alcanzar la felicidad tendría usted que ir en contra de lo establecido.
Tendría que correr ciertos riesgos.
Tendría que importarle muy poco el qué dirán y la opinión de terceros, tendría tal vez que sacrificar su reputación.
Y eso es algo que no está dispuesta a hacer la mayoría. Y cómo, ¡con el trabajo que costó lograr el respeto de la sociedad! Después de todo lo que se hizo para pertenecer al ansiado club, no va usted a echar todo eso por la borda.
En resumidas cuentas, ¿qué sentido tiene en esta vida ser feliz?.
(Me lo traje de: http://www.chovet.com/nojile/
Comentarios